POR AMOR AL ARTE
La historia de Náufragos
(así lo recuerdo yo)
Llevaba bastante tiempo queriendo escribir esto y
ahora, en estos días en los que nos vemos obligados a permanecer en casa, entre
apuntes de clase y la consecución de mi segunda novela, he podido encontrar el momento
justo para hacerlo. Quiero hablar de una idea, del sueño que tuvo una
vez una mujer - María Carmona - y por él luchó hasta verlo hecho realidad. Tuve
la suerte y el gusto de poder colaborar durante algunos años en él y lo hicimos,
tanto ella como yo como todo el mundo que pasó por sus citas, por amor al arte.
Náufragos era - y es - una plataforma cultural en la que,
en cada reunión abierta al público, activistas de todas las artes podían
participar dando una muestra de sus trabajos. Lo hacían de una manera
altruista, por compartir, por darse publicidad, por aprender y adquirir tablas,
ya que náufragos nunca fue concebido como una actividad mercantil para
beneficio económico de su creadora, sino como un lugar donde la cultura, al
alcance de todos, rebosase y donde cualquier persona pudieran beneficiarse de
ella de forma activa o como mero espectador, pero siempre gratis.
Náufragos tuvo un accidentado y aislado estreno una
tarde -en la que, tal vez por los nervios causados por la ilusión del primer
día o la inexperiencia de un espectáculo como aquel, la hora de comienzo se
postergó hasta casi la noche- en un pequeño restaurante de Mairena del Aljarafe
llamado Cañas y Barro, allá por el
verano de 2016. Pocas fotos y pocas anécdotas, salvo el citado retraso, quedan
de aquella primera velada.
No sabría si llamarlo todavía primera temporada o subrayarlo
como segunda, pero meses más tarde, ya en 2017, gracias a Alejandro Delgado,
hostelero con talento y capacidad tanto para la poesía como para la pintura, y
que por aquel entonces regentaba un bar llamado La Bañera situado en la calle Alcázares, Náufragos retomó en dicho
local su actividad de manera continuada hasta el principio del siguiente
verano. En aquella temporada la actividad era frenética, exigiendo la
dedicación de gran cantidad de tiempo y esfuerzo, ya que, incansablemente, las
citas se hacían semana tras semana en la tarde/noche de los jueves. Acudí a
aquellas citas -como espectador- tantas veces como mi agenda laboral me lo
permitió y tengo que admitir que fue mi época favorita de esta plataforma
cultural. Allí, en una atmósfera canalla, donde tras el fino y apagado hilo de
voz de la poetisa o el castigado tono del cantautor y su guitarra se mezclaba
con el de los vasos de cristal que tintineando vacíos ya de cerveza y
ensuciando el ambiente, escritores noveles, ilusionistas, monologuistas e
incluso atrevidos espectadores del público con el micro abierto en la fase
final del espectáculo, eran presentados por la directora de la plataforma acompañada
por su amiga Inma a la vez que disfrutaban del espectáculo que habían creado. Náufragos
tenía un público, a veces irrespetuoso con el artista, fruto del alcohol, pero
siempre emocionado porque lo que se contaba allí, llegaba y se sentía
tan adentro que más de una lagrima rodó y más de un desnudo esporádico a ritmo
de flamenco se vio. Y es que náufragos no era solo algo que se quedase entre
las grisáceas paredes y las cristaleras repletas de post it con las opiniones de los que visitaban la bañera. Náufragos
llevaba su buen hacer y su altruismo más allá, con diferentes sorteos y
colectas para recaudar fondos que posteriormente eran entregados a las
diferentes asociaciones que su creadora hubiera decidido con antelación.
Protectoras de animales y emergentes compañías de teatro se beneficiaron de la
generosidad de náufragos y de sus artistas. Digo de sus artistas porque
multitud de los que pasaron por sus tablas donaron ejemplares de sus libros o de
sus maquetas musicales para que estas fueran subastadas o sorteadas en el
último momento con un improvisado bingo fabricado con bolas de papel cuyos
números escrito con tinta azul de bolígrafo se mezclaban en una bolsa de
plástico de algún supermercado oportuno.
En septiembre de aquel mismo año, tras el cambio de
gerencia en La Bañera -con la que tan
buena sintonía se había logrado- la sede y el centro de reuniones de Náufragos volvió
a cambiar, y no fue ese el único cambio. Para aquella nueva temporada, la
plataforma decidió contar conmigo prescindiendo así de Inma. Tal vez fuesen mis
estudios de producción de audiovisuales, o mi ilusión por participar en aquel proyecto
que no dejaba de crecer lo que hizo que María me lo propusiera, en cualquier caso,
no dudé en tomar el relevo. Ya a bordo de aquella balsa y junto a María,
tuvimos una reunión con otro hostelero, dueño de un pub nocturno de calle Feria
llamado Doctor Bar. Su nombre también
era Alejandro y mostró una magnífica disposición por una mutua colaboración que
ayudaba al mundo del arte. Junto a Alejandro y al Doctor Bar -y sus subvenciones económicas- el concepto Náufragos
creció. Personalmente aporté experiencia a la hora de organizar los eventos -siempre
bajo la supervisión final de su directora -, aporté mi corta agenda de amigos y
conocidos artistas. Parte de mi labor consistió también en estandarizar todo, nos
equipamos con pulseras y camisetas con el logotipo de plataforma para las
presentaciones, compramos el material necesario para hacer los sorteos de una
manera un poco más seria y rigurosa (Bingo, papeletas, bolsas en las que
guardar los regalos). Comenzábamos y terminábamos las reuniones anunciándolo con
canciones que sonaban por los altavoces del pub. Canciones que pretendíamos fuesen
el himno de la plataforma. Canciones que con él tiempo debían hacer que tanto
participantes como espectadores, al cabo del tiempo, las relacionasen con su –esperábamos
satisfactorio –paso por Náufragos. Para comenzar las sesiones nos decantamos por La Balsa, del grupo argentino Los Gatos, para cerrarlas elegimos Los Restos Del Naufragio de Enrique Bunbury. Se decidió, previo al inicio de la
temporada, con el fin de que aquel sueño ilusionante no se convirtiera en una
asfixiante pesadilla, pasar de tener una convocatoria semanal a una mensual
respetando igualmente la noche del jueves como día de reunión. También ampliamos
la oferta de invitados en un intento de llegar a más público. Fueron invitados
profesionales tanto del mundo de las artes marciales -que nos dieron charlas
para evitar físicamente la violencia contra las mujeres-, como psicólogos que
nos hablaron de diversos temas. Lamentablemente, la decoración rojiza, casi
aterradora para nuestro público objetivo, de nuestra nueva sede y el público
compuesto por los parroquianos del bar, no nos acompañó en aquella temporada
que finalizó en la primavera del 2018.
Fueron muchos los locales que en aquella época
mandaron correos a la cuenta de la plataforma ofreciéndonos acuerdos para
realizar allí nuestra actividad el siguiente año. Todas fueron estudiadas y
numerosas salas y cafeterías visitadas y estudiadas. No solo eran los empresarios
los interesados en tener a Náufragos en sus locales, sino que poco antes del
cierre de aquella temporada, habían aparecido otras plataformas imitadoras, por
así llamarlas, de aquel proyecto que creó María hacía ya años. Plataformas que
no solo se dedicaban a copiar un formato que resultaba exitoso y novedoso en la
ciudad de Sevilla, sino que de alguna manera robaban a los artistas que estaban comprometidos con nuestra
plataforma obligándonos a modificar nuestra agenda con pocos días, a veces
incluso horas, de antelación.
Los tentáculos y contactos de la directora de la
plataforma parecían no tener límites y una nueva y definitiva oferta llegó a su
mesa. Esta vez se trataba de Casa Del
Libro y el correo venía firmado virtualmente por el director - y amigo - de la tienda situada en la
Avenida Diego Martínez Barrio, Daniel López. De esta manera y tras una sentida
charla telefónica con Alejandro, en la que le expresamos todo nuestro
agradecimiento por el trato recibido el año anterior y que él correspondió deseándonos
toda la suerte del mundo, pusimos punto y final a la etapa con Doctor Bar y nos decantamos finalmente
por Casa Del Libro, lugar donde a día
de hoy náufragos sigue funcionando cada sábado.
Por fin, a pesar de perder la subvención económica que
nos concedía Alejandro, náufragos había encontrado un lugar adecuado para el
desarrollo de su actividad. Las instalaciones de Casa Del Libro – gradas y sillones para los asistentes, mesa de
conferencia con micrófonos, un espacio lateral libre donde ubicar el equipo de
sonido para las actuaciones musicales – Ofrecían todo tipo de comodidades tanto
para el público como para los artistas. Gracias a la capacidad de difusión que
Casa Del Libro tenía, el público creció tanto en número como en calidad. Se
pasó de un público que venía avisado por el artista de turno -cuando lo hacía- o que simplemente se
estaba tomando una cerveza en el bar en cuestión, a un público más adecuado que
acudía alertado por el anuncio en las redes sociales o simplemente atraído por
el espectáculo cuando iba en busca de algún libro.
La siguiente temporada, la del aun cercano 2019,
mantuvo el buen ritmo de ese primer año de Náufragos en Casa Del Libro, pero debido una serie de desacuerdos con la
dirección a la hora de realizar algunas de las gestiones propias de la actividad,
decidí -dolorosamente- poner fin a mi colaboración con la plataforma, volviendo
a ser un simple espectador desde la grada cuya participación se limitaba meramente
a hacer alguna que otra pregunta al artista del momento.
Amigos, esta es la historia viva de un magnífico
proyecto que, año tras año, sorteado dificultades, buscando la mejor manera de
crecer, dando pasos no solo hacia adelante sino hacia atrás cuando ha habido
que corregir cosas, sigue adelante potenciando el arte y la cultura. Por
náufragos han pasado multitud de artistas: músicos, fotógrafos, ilustradores,
magos, pintores, ilusionistas, cómicos, poetas, escritores, psicólogos, actores
y un largo etcétera a los que nuevamente les doy las gracias en nombre de la
plataforma. Algunos de ellos reconvertidos en buenos amigos que siguen
mejorando cada día, cumpliendo sus metas, siendo felices y en definitiva haciendo
feliz a la gente con su arte. Un proyecto que yo, ahora desde la lejanía tanto
física como temporal, aplaudo y animo. Vamos a crear más náufragos, vamos a
apoyar la vuelta -más aun si cabe - de plataformas,
de grupos con inquietudes artísticas y asociaciones como náufragos.