lunes, 3 de octubre de 2016

DE MELONES Y CEREZAS


¡Por fin lo he hecho!

Tenía muchísimas ganas de retarme a mí mismo y escribir algo así. Una historia corta que transcurra en un único lugar, con sólo dos personajes protagonistas, unos diálogos frescos y que entretengan. Puedo decir, y no me equivoco, que de las historias creadas por mí esta es una de las que más me gustan y más me ha divertido escribir.







DE MELONES Y CEREZAS


Aunque solo eran las 8 de la tarde del mes de Octubre ya era de noche en Sevilla.
No había nadie en el local pero el camarero, de raza negra, vestido con camisa blanca y chaleco oscuro sin mangas, estaba listo para trabajar desde hacía rato. Aquel hombre de considerable tamaño cuyo pelo rizado le daba a su cabeza una forma redondeada, rellenaba los servilleteros de espaldas a la barra.
Dolly Parton sonaba de fondo y las luces de neón celeste o rosado, según la zona, hacían de aquel local de Sevilla Este un sitio bastante agradable para estar. Una corriente de aire tocó la espalda del camarero cuando la pesada puerta de cristal se abrió.
Un hombre delgado, bajo, con una cabeza de gran tamaño y cuya cabellera presentaba prominentes entradas, caminó decididamente hacia la barra y se sentó en el taburete más cercano al camarero, que lentamente lo analizó de arriba a abajo. Vestía un traje negro cuyas mangas le quedaban cortas haciendo que sus muñecas se pudieran ver bajo la camisa blanca abrochada hasta el último botón del cuello. Sobre la frente,  unas gafas de sol innecesarias para aquellas horas de la noche que rápidamente guardó sin funda en un bolsillo del interior de su chaqueta.
-Buenas noches- Dijo el cliente enérgicamente.
-Buenas noches- Contestó el camarero con cautela. Aquel cliente no era un tipo corriente.
-Parece que no hay muchos parroquianos esta noche, ¿no?- Preguntó mirando a su alrededor.
-Aún es temprano- Respondió seriamente el camarero.
-Ah… El concepto tiempo tan presente en nuestros  días, ¿verdad?- Dijo el hombrecillo tamborileando en la barra con la yema de sus dedos.
Un silencio incómodo interrumpió la conversación. Al camarero no le hacía gracia que aquel tipo estuviera allí. Le hacía sentir intranquilo.
-Me llamo Balentín, con “B”, un fallo de mis padres en el registro y un administrativo con una capacidad de resolución de problemas bastante mermada- Dijo extendiendo la mano para estrechársela al camarero.
-Marius- Alargó la mano éste.
Balentín intentó sacudir la mano en el saludo pero Marius era un  hombre bastante fuerte y la mano no se movió. El silencio volvió a aparecer durante unos segundos hasta que el locuaz cliente comenzó a hablar.
-Bien… Estamos en un bar. Tenemos a Marius, el camarero, y tenemos a Balentín el cliente… ¿Qué podemos hacer?
-¡Oiga amigo! ¿Le sirvo algo?- Empezó a cansarse Mairus de aquel tipo.
-¡Exacto!- Dio una fuerte palmada el cliente y luego señaló al barman  con sus dos dedos índices- Póngame algo… ¿Qué?... ¿Qué?… ¿Qué tipo de zumo de cebada fermentada sirven en este local?
-Mahou, Cruzcampo, Heineken…- Expuso Marius pausadamente tras preguntarse si aquel hombrecillo actuaba así realmente o estaba fingiendo.
-Verás Marius. Sé de buena tinta que los nuevos bares de esta zona de la ciudad son los mejores. Es algo que trae de cabeza a los pequeños bares del centro y de la Alameda. Los bares de Sevilla Este están a mil putos años luz de servir las cosas típicas que se sirven en cualquier sitio y por eso me he desplazado hasta aquí. Vivo cerca del centro y he tardado casi una hora y diez en llegar. He tenido que soportar una media de diez negros por semáforo intentando venderme Klineex, ambientadores, incluso parasoles para el coche en pleno mes de Octubre, no te ofendas por lo de negros, es simplemente una realidad, un dato,  aquellos hombres eran de raza negra. No he hecho ese recorrido durante todo ese tiempo para tomarme una simple Mahou, cruzcampo o Heineken.  Mírame, no soy un puto obrero en el descanso de la construcción del nuevo alcantarillado. Apuesto, Marius, a que si te paras a pensarlo…Si te paras a pensarlo  detenidamente, y metes la mano en el congelador que tienes a tu espalda, me sorprenderás con una buena cerveza de importación que solo aquí y… Bueno, quizá en un par de bares más de la zona, sirvan a un buen cliente como yo, a un buen tipo como yo ¿Qué me dices Marius? ¿Podrás sorprenderme?
Marius siguió analizando a aquel tipejo. Definitivamente no le gustaba, hablaba de manera rara: Lo hacía rápidamente pero tartamudeaba y repetía algunas palabras. Gesticulaba demasiado, movía mucho las manos de un modo amanerado, no paraba de abrir los ojos como platos cada vez que empezaba una nueva frase y su enorme cabeza se balanceaba sin parar de un lado a otro como una boya en mitad del océano. Tampoco le gustaba malgastar sus mejores marcas de cerveza con gente que no sabría apreciarla. Sus enormes ojos amarillentos y saltones se clavaron en aquel hombrecillo. Tras medir con la mirada a Balentín, y pasar su enorme lengua rosada por sus gruesos labios morados, se dio la vuelta y volvió con un tercio de cerveza Berliner Brewbaker congelada. La hizo rodar por el mostrador durante unos veinte segundos con la palma de la mano hasta que la dejó en pie. Volvió a girarse para coger una pinta  y un posavasos de cartón de la misma marca que la cerveza. Abrió la botella con un giro de muñeca y, cuidadosamente, en interminables intervalos de tres segundos, fue vertiendo el contenido cambiando la inclinación del vaso hasta  que este estuvo totalmente en vertical. Luego colocó el posavasos de papel sobre  la barra y, sobre este, la cerveza.
Balentín, que había contemplado sonrientemente, con admiración y con los brazos cruzados sobre la barra la destreza del camarero sirviendo la bebida, miró fijamente a Marius sin perder la sonrisa y, tras veinte segundos en los que el serio camarero no dejaba de vigilar al cliente, finalmente, con un movimiento lento, agarró la cerveza, la olió con los ojos cerrados y se la posó entre los labios. No se la bebía, solo estaba allí, oliéndola y dejando que sus labios se enfriasen con aquella cerveza, dejando que su olor le embrujase y le transportase a algún lugar, dios sabe dónde. Media canción de Dolly Parton después, como si el juez de una prueba de atletismo hubiese disparado para que comenzase la carrera, empinó la pinta de cerveza y la bebió de una sola vez haciendo que el líquido sonase al entrar en su garganta con cada buche que daba. Cuando terminó la colocó sobre  el posavasos exhalando satisfactoriamente y limpiándose la boca con la manga de la chaqueta y el revés de la mano volviendo a dejar ver sus huesudas muñecas.
-¡Diablos Marius!… ¡Es con diferencia la mejor cerveza que he probado en mucho tiempo!- Con un fuerte manotazo dejó un billete sobre la barra y volvió a hablar ¿Me pones otra por favor?- Pidió abriendo los ojos y restregando las palmas de las manos por la barra con los dedos muy separados.
Marius volvió a hacer que el tiempo transcurriese lento mirando al cliente pero finalmente le sirvió otra cerveza con la misma liturgia que la primera vez. Balentín miró su nueva cerveza pero esta vez no la tocó, la dejó reposar. La situación volvía a repetirse, una vez más el incómodo silencio entre el camarero y su cliente.
-Perdona que te haga esta pregunta pero ¿De dónde eres?- Quiso saber Balentín.
-Del Parque Amate.
-No, me refiero a dónde naciste.
-En el hospital virgen del Roció.- Contestó Marius previendo algún comentario racista.
-No Marius, me gustaría saber de dónde viene tu familia.
-¿Te gustaría saber en qué  patera vino el primer negro de mi familia? ¿Es eso?
-¡Oh vamos amigo! Dicho  así suena bastante mal y racista. Simplemente intento establecer una buena conversación contigo. Es la primera vez que  vengo a este bar y siento…
-Nigeria, ¡Como Finidi! Mi familia llegó a Cádiz hace doce años desde Nigeria y luego nos vinimos a Sevilla.- Zanjó el tema secamente.
-Marius, no he querido ofenderte, amigo. Eres… Eres un tipo bastante serio, ¿No te gusta reír? ¿Has visto demasiadas veces el nombre de la rosa?- Preguntó cómicamente Balentín para romper el  hielo, dejando un tiempo prudencial para que los humos del camarero se enfriasen. A Marius no le hizo gracia el chiste y respondió secamente:
-No suelo reírme por nada. Sólo me rio de las cosas que tienen gracia. No soporto a la gente de risa fácil, no me las creo.
-Ya, vaya- Contestó el cliente en fuera de juego-
-Siento si he sido brusco en mi contestación pero aún hay mucho racista por ahí.
-Bah, no te preocupes- Perdonó el cliente el desaire con un gesto de su mano- Oye ¿Crees que yo podría?... ¿Podría hacerte reír si me lo propusiera? ¿Crees que el pequeño y buen Balentín podría hacer que el enorme y serio Marius sonriese? Ya sé que esta proposición suena un poco homosexual pero tranquilo mi negro amigo, me gustan las mujeres. Hagamos una cosa, si te apetece. ¡Apostemos!
Marius pareció prestar atención a aquel asunto y siguió escuchando.
-Verás. Te he pagado la primera y la segunda cerveza. Si yo te hago reír tú pagarás de tu bolsillo, o amañarás la caja, o simplemente me invitarás a la tercera, pero, si pierdo y sigues con esa cara de portero de discoteca de moda yo, pagaré mi siguiente cerveza y además te dejaré como propina el precio de otra cerveza más. ¿Qué te parece?
Para el camarero la apuesta carecía de interés, no se reiría, aquel tipo no le caía bien pero -¡Qué demonios!- pensó, no tenía mejor cosa que hacer y podía llevarse algo de dinero con aquella gilipollez. Finalmente asintió lentamente con un movimiento de cabeza.
-¡Muy bien!- Exclamó Balentín remangándose las mangas de la camisa y de la chaqueta y frotándose las manos- Vamos allá:
Una de las cosas que más me hacen reír a mí son los motes de las personas, los sobrenombres por los que son conocidas. Puedes entrar en un sitio, preguntar por Pepe y no lo conoce nadie pero, en cambio, si preguntas por “El Cazuela”, joder… Hay una mano que indica el lugar. ¿Has visto The Goodfellas?- Marius negó con la cabeza  lentamente- Bueno aquí la llamaron “Uno de los nuestros (1) ¿No te suena?... ¿ Robert De Niro, Joe Pesci?… - Marius volvió a negar con un gesto.- Bueno, en aquella película hay un momento glorioso en el que la cámara hace una panorámica por el restaurante donde van todos los mafiosos a comer, mientras la voz en off del protagonista explica  quién es cada persona hasta que llega a un mafioso apodado “El dos veces” y explica que le llaman así porque todo lo  repite dos veces y es justo en ese momento cuando  “El dos veces” levanta la cabeza y dice “Voy por el periódico, ¡el periódico!” Es un momento hilarante, al menos para para mí. Estuve riéndome de ese chiste toda la  película, casi me echan de la sala. Verás, los motes suelen recaer sobre personas individuales por acciones que realizan o situaciones que les ocurren en un momento de sus vidas, otras veces, sobre todo si vives en un pueblo, un mote puede ir de generación en generación como una enfermedad hereditaria. Para mi uno de los mejores motes y mejor traídos que he escuchado nunca es el de un tipo al que  llamaban “El melón de invierno”. Esto ocurrió en un pueblo de Sevilla, no recuerdo bien cuál. Creo que era El Garrobo… ¿O era El Pedroso?... No era el Garrobo. Bueno, da igual donde fuese... ¡Ah no, joder, El Madroño! Ahora estoy seguro, era El Madroño. Esto que te voy a contar sucedió a finales del siglo pasado. Antes de la guerra civil. Pero  antes déjame explicarte, para que  entiendas la historia, lo que  es un melón de invierno. Los melones, los normales que tú y yo conocemos, son de temporada, solo los podemos comer en verano. Pero  hay cierta semilla de melón que si las guardas en invierno, entre paños y tierra, bajo la cama, pueden llegar a crecer en invierno. Con el frío del suelo y el calor de las mantas se crea un microclima perfecto para que el melón pueda crecer. Muy bien. En El Madroño, en aquella época vivía una  mujer llamada Conchita. Conchita era guapísima, y deseada por todos los hombres del  pueblo. Todos babeaban al paso de Conchita. En fin, había un tipo que  una noche se coló en casa de Conchita, sabiendo que ella estaba sola, para poder espiarla mientras se duchaba. El tipo entró sigiloso en casa, esperó pacientemente en algún  rincón cerca del baño y, desde allí, vio como Conchita se desnudaba y entraba en la ducha. Llegado cierto momento, cuando ésta salió, el hombre oyó  cómo la puerta principal de la  casa se abría y el padre entraba. El tipo se puso nervioso  y no supo  qué  hacer, así que se escondió bajo la cama, junto a los melones de invierno que  Conchita cultivaba. Pasó un largo  rato  hasta que, creyéndose a salvo,  se decidió a salir  de su escondite, pero lo hizo con tan mala fortuna que se cruzó en el pasillo con la joven y guapa Conchita que, lógicamente, comenzó a gritar para llamar la atención de su padre. El padre de Conchita, señor de pocas palabras y cortas entendederas, agarró al hombre por la solapa y lo llevó hasta la habitación de su hija donde le pegó tal puñetazo en la cara que lo tiró por la ventana abierta. Días más tarde el hombre paseaba por el pueblo con muletas.

La historia se había extendido como  la pólvora hasta tal punto que alguien relacionó a aquel tipo bajo la cama con un melón de invierno y ya se le quedó el mote a él y a toda su familia. A día  de hoy aún siguen habiendo niños a los que la gente del pueblo los llama de la  familia de “El melón de invierno”.


Marius, que estaba firme, muy serio y con los brazos cruzados, esbozó una leve sonrisa y apretó  los labios para no reírse pero reconoció haber perdido la apuesta.
-Está bien. Me has hecho reír. He perdido. Te debo una cerveza.
-Sí, me la debes. -Aseguró Balentín- que miró la que tenía aun sin tocar frente a él.
-Oye Marius, cerveza tengo una aquí mismo, ¿Me la cambiarias por un coctel pequeño?
-Claro- Respondió el camarero que rápidamente se puso a trabajar con la coctelera. Preparó una bebida llena de alcohol y hielo, la agitó vigorosamente dentro de una coctelera metálica y luego la vertió en un vaso grande y ancho. Después añadió una rodaja de naranja al borde del vaso y finalmente un trozo cuadrado de melón atravesado por una cañita.
-Aquí tienes un… ¡Melón de Invierno!- dijo el camarero sonriendo.
-¡Jajajaja! Vaya, mi amigo Marius tiene sentido del humor.- Contestó Balentín riéndose y continuó hablando. -Veo que también tienes bastante destreza a la hora de desempeñar tu trabajo Marius, eres bueno en la coctelera y eso se nota. En estos días es muy difícil encontrar a un buen camarero, y no me refiero a un puto camarero de chiringuito que sepa sacar siete platos de paella a la vez, te hablo de un barman que sepa mezclar los licores dentro de una coctelera y darle la presentación adecuada y a la temperatura adecuada, te hablo de darle  el aspecto visual y la realizar  las pantomimas necesarias para satisfacer a un cliente exigente. Y ese eres tú.
-Gracias- Dijo Marius secamente, sin atreverse a aceptar el cumplido.
-¿Eres bueno  en la cocina  Marius? ¿Dirías que tus habilidades como  cocinero están a la altura  de tus habilidades como barman?
- Me defiendo.
-Verás, yo sí que soy un chef cojonudo y me gusta investigar de dónde vienen los platos, dónde se cultivan los mejores productos o se pescan los mejores peces. Tengo muchos y muy buenos conocimientos sobre… Llamémoslo, Historia viva y anécdotas de la gastronomía universal. Por ejemplo, la historia  de los Piononos de Santa Fé. ¿Sabes por qué se llaman así Marius?- El camarero permaneció en silencio, sabiendo que  Balentín le contaría la historia- Es una historia muy interesante ¿Sabes? Pero no lo es tanto si la comparas con  la historia de por qué los tomates Cherry se llaman tomates Cherry. ¿Sabes la historia de real de por qué los tomates Cherry se llaman tomates Cherry?
Esta vez Marius tenía el convencimiento de saber de dónde venía el nombre de aquella variedad de tomates y no quiso dejar de marcarle un gol a aquel tipo tan pedante y extraño.
-Bueno ¡Ejem! - Se aclaró la voz el camarero- supongo que es por su parecido físico con las cerezas.
-¡Bravo Marius! Esa podría ser una explicación y una respuesta bastante valida. Sin embargo, no es la correcta. Verás, yo sí se la verdadera respuesta a la pregunta que te he formulado y estoy dispuesto a compartirla contigo. Sin embargo, déjame aclararte que en el instituto teníamos una profesora de historia, bastante zorra por cierto, que insistía  en explicarnos que cada acontecimiento histórico había que ubicarlo en un lugar de la tierra y en un tiempo en concreto. Así que yo, como buen aficionado a la historia, te contaré ésta historia explicándote que todo fue fruto de una confusión en los muelles del puerto de Cádiz, entrado ya el siglo XIX. Más o menos los años 20. España sufría hambruna y penurias tras las guerras napoleónicas. A aquella época después se la conoció como la ominosa década. Sobrevivíamos gracias a los enormes barcos llenos de papas que llegaban desde nuestras posesiones en Sudamérica. Durante cierta época hubo tremendas tempestades en el Atlántico que hicieron que los barcos que nos traían las provisiones naufragasen antes de llegar a las costas de Cádiz y, claro está, que todo lo que aquellos barcos  trasportaban se perdiese. Fue Fernando VII quien tuvo que pedir ayuda a los ingleses para que trajeran comida a España por una serie de tratados. ¡Joder, no se lo iba a pedir a los portugueses! Hacía media hora que habíamos intentado  repartirnos Portugal con Francia. Fue el Rey Inglés Jorge IV el que nos mandó comida y, en lugar de desembarcarlo en el norte, que hubiera sido lo lógico, quién sabe lo que se le pasó por la cabeza que acordó desembarcarlo en Cádiz. A Fernando VII aquello le pareció bien, así que agradeció el gesto y los barcos cargados de alimentos llegaron a puerto. Ahora te metes en Google y en Youtube y hay cursos para aprender inglés en 2 semanas. Coño, puedes hablar hasta el idioma de Chewbacca si quieres pero por aquel entonces los estibadores del puerto eran unos putos incultos y solo hablaban español  
por lo que la transacción de alimentos no estuvo exenta de dificultades y aquí, Marius, viene  la confusión de la que te hablaba al principio. Los barcos  que llegaban desde Sudamérica solían llevar escrito con brea en los laterales de las cajas lo que contenían dichas cajas pero en los barcos ingleses, que siempre tenían más volumen de mercancía, solían llevar el nombre del barco en las cajas para que al descargarlas en el puerto no se mezclara el género de los barcos. Pues bien, como te cuento, llegó un gigantesco barco llamado “Cherry” cargado de comida. Aquellos estibadores incultos abrieron la primera caja y resultaron ser unos tomates pequeños y redondos. Todos miraron aquella nueva fruta, la olieron y la probaron.
-¡Son tomates!- diría alguno de ellos.
-En la puta caja dice que son “Cherry” ¿Qué coño pongo?- Habría preguntado otro sujetando una hoja de papel que hacía las veces de inventario.
-Joder pon… ¡Tomates Cherry!
Y esa, querido Marius, es la verdadera historia del nombre de ese pequeño tomate que  gracias a nuestros vecinos ingleses conocemos hoy como tomates Sherry.
Marius hacía rato que había apoyado los codos en la barra y que se sostenía la cabeza entre sus enormes manos mientras miraba en silencio a Balentín con la sonrisa de un niño al que le acaban de contar un cuento mágico.
-¿Y bien? ¿Qué te ha parecido la historia?
-Me parece una historia maravillosa. No la conocía ¿Es real?-Preguntó ilusionado el camarero.
-¡Por supuesto que no Marius! Te he mentido, te he tomado el pelo… ¡Te la acabo de meter doblada!
El camarero, con el rostro muy serio, lentamente separó los codos de la barra y se puso erguido. Aquella broma no le había hecho ninguna gracia
-¡Eh! No ha tenido ninguna gracia.
-Lo siento Marius, lo sé. Pero tenía que verte la cara de furia y ya te la he visto.
-¿Me has tomado el pelo para hacerme encabronar?
-Precisamente- Dijo Balentín, haciendo círculos con las manos indicando que aquella parte de la conversación para él no tenía el mayor interés.
-Tienes un serio problema con el mundo.- Espetó el camarero, que parecía haber aumentado de tamaño con la furia, pegando su nariz a la del cliente.
-¡Oh! No te soliviantes, Marius.- Intentó calmar al camarero.
-Vas a tener que darme una buena explicación para evitar eso y más vale que me la des ahora mismo, ubicándola en el tiempo en Sevilla a día de hoy si no quieres salir de aquí calentito.
-Verás Marius- Comenzó a hablar Balentín despegando su nariz de la del camarero con cierto temor-Te he hecho reír y te he hecho enfurecerte, pero era necesario. ¿Por qué era necesario? Te preguntarás. Pues bien. Esta es la respuesta.- Continuó explicando sacando del bolsillo de su chaqueta con un movimiento circense una tarjeta de presentación que depositó sobre la mesa y deslizó hasta el camarero solamente con su dedo índice.

BALENTIN DE LA CUEVA
----Productor Audiovisual----
Produccionesoscuras@filmer.es

-¿Productor Audiovisual?- Preguntó Marius tras leer la tarjeta sin despegarla de la barra.
-¡Exacto!- Volvió a dar una sonora palmada- Soy productor y director de cine y estoy buscando a los actores principales para mi ópera prima. Creo que encajarás muy bien en el papel de Yawym Tididi.
-¿Yawym Tididi?
-Sí, es un… Pirata negro angoleño.
-¿Vas a hacer una película de piratas?
-Sí.
-¿Cómo Barbarroja? ¿Cómo el Cisne Negro? ¿Cómo El Capitán Blood?
-No… Un pirata de Angola. Un pirata actual. Se trata de una peli de piratas del Océano Atlántico.
-¿A quién coño le interesan los piratas africanos del Atlántico?
- A todo el mundo. No solo es una película de piratas y punto. Tiene escenas de acción, una magnifica fotografía del océano con grandes atardeceres, tiene una de las grandes historias de amor entre Roslyn, una joven inglesa secuestrada por  los piratas y Yawym, el segundo de a bordo del barco.
-¿Y ahí es donde entro yo?- Preguntó Marius interesado, agitando la pequeña tarjeta de visita.
-Sí. Piénsalo bien Marius, es una buena historia, es un buen guión lleno de frases que quedarán para la posteridad. Es una obra casi Shakespeariana.
-No te creo.
-Marius… Es cierto. ¡Créeme! Tengo el dinero, tengo al equipo técnico esperando a que los llame, solo faltan un par de permisos, quizá, para rodar en aguas internacionales.- Explicó Balentín tocando las yemas de los dedos de la mano derecha con el dedo índice de la izquierda mientras enumeraba las cosas que estaban listas para rodar.- Marius, esto es real, es incluso más real que tú y que yo, y si no te subes en mi barco de aquí a menos de un año te vas a arrepentir cuando veas el culo de otro negro en las carteleras de los cines.- Insistió el cliente acercándose al camarero nuevamente sin temor esta vez.
Marius, que  ya había vuelto a su tamaño normal y seguía agitando la pequeña tarjeta de visita, preguntó
-¿Cuál es el nombre del barco?
-¿En serio es la primera pregunta que quieres hacerme? ¿Estoy a punto de ofrecerte un contrato y lo que te está comiendo por dentro es el nombre del barco?
Marius pareció avergonzarse de su pregunta y dejó caer la tarjeta justo en el mismo sitio del mostrador.
-Está bien. ¡“La Algodonera”! El barco pirata se llama “La Algodonera”.
Marius se había convertido en un niño pequeño en clase temeroso de que le preguntasen la lección. No entendía cómo un barco podía llamarse “La Algodonera”, pero no quería causarle al director la impresión de ser un estúpido. Se llevó el enorme dedo índice a la boca y lo saboreó mientras meditaba. Al cabo de un rato pareció salir de su letargo y por fin se atrevió a preguntar tímidamente:
-¿Cómo se llama la película?
-Ves, Marius, esa sí es una buena pregunta. Es una pregunta inteligente. Te contaré que el mundo del cine está lleno sabandijas, por lo que nunca se revela el título de la obra hasta prácticamente  la fase de post producción. Siempre se le suelen poner títulos ficticios para despistar a las compañías rivales. Siempre se juega al ratón y al gato con este tipo de cosas.
Marius volvió a quedarse en silencio unos segundos hasta que nuevamente preguntó
-¿Cuál será el título provisional de la película?
-Pues no es seguro y tampoco tiene mayor importancia pero probablemente la titulemos provisionalmente...
La canción “Bolsita Verde(2) sonó dentro de la chaqueta de Balentín, interrumpiendo su frase…

Mirando hacia atrás
tras la pista de una bolsita verde
tengo que encontrar justo de esa clase
o perderé la cabeza...

Éste sacó un teléfono móvil pasado de moda de uno de los bolsillos interiores y cortó la llamada tras revisar el nombre de la persona que quería hablar con él.-Lo siento Marius, ¡Mujeres!- Se disculpó y dejó el móvil sobre  la barra. Miró al suelo mientras señalaba el techo con sus dedos índices para recordar el tema de la conversación.
-Como te iba diciendo, el título provisional…-


Mirando hacia atrás
tras la pista de una bolsita verde
tengo que encontrar justo de esa clase
o perderé la cabeza...


La canción interrumpió a Baletín que por segunda vez, sin despegar el móvil de la barra, volvió a cortar la llamada usando solo su dedo índice manera punzante. -¡Joder qué pesadilla!... Las mujeres, no puedes tener un detalle con ellas ¿Sabes Mairus? Si tienes un detalle con ellas o muestreas interés ¡BANG!- Simuló disparar con su dedo índice al camarero- Estas muerto. Se convierten en un absoluto coñazo y no te las puedes quitar de encima. Hoy le he regalado flores a una mujer, incluso le he llevado una tarta de “Tartas de Autor(3) ¿Sabes cuánto valen las tartas de “Tartas de Autor”? Desde luego que valen cada euro de lo que cuestan porque están deliciosas pero si regalas una de esas tartas luego  no te podrás quejar si todo se vuelve un coñazo con ellas porque…

Mirando hacia atrás
tras la pista de una bolsita verde
tengo que encontrar justo de esa clase
o perderé la cabeza…

Sonó el móvil por tercera vez.- ¡Maldita zorra! ¿Qué querrá ahora?-Le preguntó a Marius- ¡Maldita zorra! ¿Qué quieres ahora?-  Contestó la llamada con la cara roja y una gigantesca vena cruzando su frente- ¿Cómo que donde estoy?... Estoy, estoy saliendo, me estoy tomando una Berlineer Brewbaker… ¿Cómo que qué es eso? ¡Es una cerveza! ¿Por qué no dejas de preguntar gilipolleces y sigues viendo la televisión?... ¿Que si estoy en un jodido bar? ¿En un jodido bar? ¡Claro que estoy en un jodido bar, maldita estúpida!… ¿Eh, pero qué coño te pasa? Solo estoy bebiendo una cerveza y teniendo una agradable charla con mi nuevo amigo, el camarero negro Marius… No Mario no es nadie, no sé quién es Mario, he dicho Marius, ¡MARIUS! ¡Maldita sorda estúpida! ¿Por qué no vas a que te revisen el oído?... Marius, Marius, he dicho Marius… ¿Que si es sin alcohol? ¡No! Por supuesto que tiene alcohol, es una Berliner Brewbaker. Al tipo que inventó la cerveza sin alcohol deberían ajusticiarlo en la plaza de España… O…o... ¡Mejor aún! En el estadio Sanchez Pizjuan, que tiene más aforo. Y deberían retransmitirlo por los video marcadores. Hay que ser gilipollas para quitarle el alcohol a la cerveza... No, no voy a ir a ningún jodido partido de futbol al Sanchez Pizjuan… Mierda, ya te lo he dicho estoy en un bar con mi amigo el camarero negro Mairus… Maldita zorra ¿Cómo que cómo se llama el bar? ¿Qué más da eso?- Continuó relatando histriónicamente y frunciendo el ceño.- ¿Joder, en serio no puedo salir a divertirme un poco?... ¿De verdad quieres saberlo?... ¡Está bien!
-Perdona Marius, a la mujer que está al otro lado del teléfono le gustaría saber cómo se llama este bar ¿Podrías decírmelo? ¿Cómo se llama este bar?- Preguntó sonriendo calmadamente y sin fruncir el ceño.
-Marius´s- Contestó el camarero tras unos segundos de reflexión.
-Estoy en Marius´s. ¿Que dónde está? Búscalo tú en internet… O en las páginas amarillas…. No, no sé a qué hora volveré y, ¿sabes qué? Tú también deberías salir de vez en cuando a divertirte y ventilarte. ¡Deberías darte una capa de barniz y salir a tomar el aire, joder! No, conmigo no. Llama a alguna de esas momias zorronas que  tienes como amigas- Concluyó la llamada colgando.
-Maldita estúpida. Se pasa el día entero viendo realities Shows y debates de famosos en la tele.- Volvió a dirigirse al camarero.- Bien Marius ¿En qué?… ¿De qué coño estábamos  hablando?
-Ibas  a decirme cual era el título provisional de la película que querías rodar- Aun desconcertado por la conversación telefónica que acababa de presenciar.
-¡Ah!... Es cierto… El título de la película. -Hizo una pausa, miró a los lados para asegurarse de que nadie más podría oír la conversación y prosiguió hablando en voz baja- Verás Marius, los datos de preproducción no son algo que se deban desvelar a la ligera ¿Sabes? Como ya te dije antes, siempre hay aguilillas al acecho, espías de otras compañías, de otras productoras sin idea… Esperando algún descuido para poder robar las ideas. Créeme, sé de lo que hablo, lo he visto mil veces. He visto juicios larguísimos por estos temas, películas y musicales que no han llegado a estrenarse por no lograr ponerse de acuerdo con la autoría de la obra. Por lo tanto, Marius, de lo que yo te cuente esta noche en este bar, no podrás contar absolutamente nada. ¿Entiendes? Esta… esta conversación no está teniendo lugar… ¡Es más, joder! Yo, yo, yo no estoy aquí… ¡Tú no estás aquí! ¿Me entiendes, Marius?
El camarero asintió seriamente con la cabeza, dejándose llevar por el discurso de Balentín.
-¿Quieres saber el título provisional de nuestra película? Bien, te lo diré. Pero acércate. Quiero decírtelo al oído… Ya sabes… Hay espías por todos sitios, micrófonos y todo ese tipo de mierda.
Marius acercó lentamente su oreja a la boca de Balentín apoyando los codos en  la barra. Estaba realmente interesado en lo que tenía que escuchar.
Justo en el momento en el que el cliente separó los labios para hablar y el camarero sintió su aliento en la oreja, la cisterna del baño se oyó y la puerta del aseo se abrió dificultosamente. Las cabezas de Marius y Balentín se giraron simultáneamente dirección al baño y de él salió un anciano canoso de raza negra. Vestía ropa pasada de moda y gastada. Caminaba muy lentamente arrastrando los pies mientras terminaba de subirse la cremallera sin importarle quien le estuviese mirando. Tosió y se dirigió al camarero -Marius… Perdón… Te he vuelto a atascar el retrete con un zurullo gigante.
-¡Joder, tío…! ¡Es la tercera vez esta semana!
-Lo siento… Esto de cagar en una bolsa de plástico tiene sus dificultades. Y luego la tengo que vaciar en algún sitio. - Se disculpó el viejo mostrando una bolsa que tenía conectada mediante una válvula a un costado…
Balentín miró incrédulo al viejo, y luego al camarero, y otra vez al viejo y, una vez más, a Marius. No podía creer aquello.
Los tres guardaron silencio hasta que el viejo volvió a hablar- ¿Quieres que te lo desatasque?- Pregunto señalando la puerta del baño con un lento gesto de su pulgar.
-No. Da igual… Ya lo  haré yo más tarde. Pero ten más cuidado la próxima vez y toma más fibra, eso hará que cagues mejor…
Balentín miró extrañado a Marius y este continuó -Manzanas, arándanos… cosas así. He oído que el durazno ayuda a mejorar el tránsito intestinal.
El viejo se acercó a la barra y miró de arriba abajo a Balentín haciendo que se sintiera incómodo.
-Je, je… Cada día son más gilipollas ¿Eh? Je, je- Rió mientras señalaba al cliente.- Marius, hermano, gracias por dejarme usar el baño.
-De nada. Le sonrió el camarero.
El anciano miró por última vez a Balentín, le dedicó una sonrisa al tiempo que se secó la mano mojada en el hombro de la chaqueta al despedirse y, tardando casi una eternidad,  salió caminando muy despacio del bar mientras Balentín y Marius le seguían con la mirada. La puerta se cerró y camarero y cliente volvieron a quedarse a solas y en silencio en el bar. Balentín volvió a hablar tartamudeando.
-Marius… ¿Por qué no…? ¿Por qué no me dijiste que había alguien en el baño?
-No me lo preguntaste.
-Sí, pero yo…Verás, yo te iba a hacer una confidencia ¿Sabes?... Joder. Eso se supone que es algo privado y ahora… ¿Desde cuándo llevaba ese negro ahí?
-Ese negro llevaba ahí desde antes de que tú llegases. Y me parece que sí eres un poco xenófobo con los de mi raza.
-¿Joder tanto tiempo llevaba ahí? ¡Lo ha podido oír todo! Y…y te ha llamado hermano. ¿Puedo llamarte hermano yo también, Marius?
-¡No! ¡No puedes!
-¿Por qué? Eso es discriminatorio. Y luego tú me acusas a mí de segregacionismo.
-Porque, para empezar, estamos en Sevilla Este y no en el Bronx. Aquí nadie llama hermano a los negros.
-Sí pero… ¡Ese negro te llamó negro!
-¡Ese negro es negro y tú no lo eres!
-No… No entiendo nada, Marius- Insistió Balentín confundido, agitando las manos alrededor de su enorme cabeza, simulando que sus huesudos y largos dedos eran las ideas que le llegaban al cerebro.- Se suponía que éramos amigos y que teníamos confidencialidad y ahora aparece ese tipo que te atasca el váter con un enorme truño que ha volcado de una bolsa y… ¿Le dejas que te llame hermano solo por ser negro?
-¡Joder no vas a llamarme hermano, y ya me estás cansando con esa mierda!
-¡Ehhh!... Maldito moreno desagradecido…. Ya no quiero que salgas en mi película. ¡Buscaré otro negro!... O mejor aún… Buscaré un moro o un gitano…. ¡Un rumano!... Cambiaré el guión si es preciso. ¡No quiero trabajar con negros desagradecidos!- Dijo Balentín enfurecido, haciéndole un gesto despectivo a Marius.
-¡Maldito seas, pequeño enano racista!- Gritó el camarero, que se había ido calentando poco a poco con  el tono de la conversación.
La situación se volvió insostenible y la discusión casi había pasado a un plano físico cuando dos hombres, que ni el gigante camarero, ni el pequeño cliente vieron entrar, apartaron los taburetes cuidadosamente y se colocaron cada uno a un costado de Balentín.
-¡Oh, vaya, chicos! Me alegro de veros. ¿Cómo estáis?
-Muy bien, Valentín. Nos alegramos de haberte encontrado. Tienes buen aspecto.- Contestó uno de ellos.
-Sí, bueno intento cuidar mi imagen, ¿sabéis?... Un poco de ejercicio, comida sana, evito meterme en líos.
-Claro, eres un buen tipo.
-¡Exacto! Soy tan buen tipo que os invito a lo que queráis. ¿Unas cervezas? ¿Eh?... Marius. Ponles unas cervezas… Enséñales eso que haces con los botellines por encima de la barra. ¿Conocéis a mi amigo, el camarero negro, Marius? Es el mejor camarero que hayáis visto nunca.
-No, no lo conocemos. Hola Marius- Dijo uno de los tipos pausadamente.
-¿Qué tal Marius?- Preguntó el otro.
Marius, que lentamente colocó las manos bajo el mostrador y, palpando, localizó la enorme barra metálica que tenía escondida para cuando las cosas se complicaban en el bar, no contestó.
-Verás, Marius, estos dos chicos son… ¡Oh venga!… ¿No podemos dejarlo pasar por alto? Solo estoy tomando una cerveza sin meterme en líos.
-No, no podemos.
El móvil volvió a sonar y Balentín intentó salir corriendo, zafándose de aquellos dos hombres con un lento y torpe movimiento. Pero quedó aprisionado entre los hombros de los dos tipos.

Mirando hacia atrás
tras la pista de una bolsita verde
tengo que encontrar justo de esa clase
o perderé la cabeza...

-Valentín, tienes que volver al psiquiátrico.- Le indicaron los hombres sujetándolo fuertemente por los brazos.
-No quiero volver allí. ¡Sois muy cabrones! ¿Me oís? ¡No quiero volver allí! ¿Cómo coño me habéis encontrado, hijos de puta?
-Hace veinte minutos le dijiste a tu madre por teléfono dónde estabas.
-Ohhh,  nooooo… ¡Maldita zorra! Hoy ha sido su cumpleaños y he ido a verla…
Le he llevado flores y tarta de “Tartas de autor” ¡Maldita zorra! ¿Sabéis cuánto vale una tarta de “Tartas de autor”? -Preguntó dejando que sus  piernas se arrastrasen por el suelo-

Oculto por la noche,
oculto por el día
mirando hacia atrás
voy a hacerlo a mi manera

-Balentín, no te resistas. Tienes que acompañarnos. No empeores las cosas.
-¡No quiero ir, cabrones! Dejadme al menos que me termine la cerveza ¡Es una Berlineer Brewbaker! ¡Dejadme que me acabe la Berlineer Brewbaker! Maldita zorra ¿Cómo ha podido traicionarme? ¡Hija de puuuuta! ¡No pienso ir a tu próximo cumpleaños! ¡Se acabaron las “Tartas de autor” para ti, cabronaaaaa!- Gritó alargando las palabras mientras hacía fuerza con sus piernas contra el mostrador para intentar zafarse. En ese momento, el móvil salió volando de la chaqueta y la música se hizo más presente en la trifulca.
“…Buscando felicidad
pero solo hay soledad que encontrar
salta a la izquierda
gira a la derecha
mirando hacia las escaleras
mirando hacia atrás...”

-¡Mi móvil, Mairus! ¡Cógelo!… Si llama mi madre dile que es una hija de puta y que ya no habrá más “Tartas de autor  para  ellaaaa. Díselo, Marius... ¡Negrooo, díselo o no rodarás la película! ¡Maldito seas, Marius! ¡Voy a hundir tu carrera como actor! ¡No volverás a rodar con nadie!-Continuó gritando y forcejeando con los celadores del psiquiátrico que lo sostenían, mientras uno de los pies de Balentín golpeó su pinta de cerveza y ésta salió despedida hasta llegar a las vitrinas de botellas rompiendo una de Whiskey Macallan 18 años.
-¡Eh, maldito loco hijo de puta! ¡Esa botella costaba 150 euros!- Gritó Marius intentando alcanzar a Valentín por los pies para pegarle la hostia que llevaba queriendo pegarle desde que entró. Uno de los celadores intentaba retener a Marius mientras el otro, rodando por el suelo, seguía sujetando a Valentín por la cintura mientras éste no dejaba de gritar y de intentar morder a su captor “¡Cabrones, mi Berlineer Brewbaker! ¡Nooooo! ¡Hija de puuuuuutaaaaaa!”.
“…Pa pa pa pa
Pa pa pa pa…”

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(1) UNO DE LOS NUESTROS: Película dirigida por Martin Scorsese con Ray Liotta, Robert De Niro, Joe Pesci y Lorraine Bracco en el año: 1990. Título original: Goodfellas.

(2) PEQUEÑA BOLSITA VERDE: Se trata de la canción LITTLE GREEN BAG de GEORGE BAKER
https://www.youtube.com/watch?v=kipjrg5O0A4

(3) TARTAS DE AUTOR: Cafetería sevillana situada en la calle Presidente Cárdenas Nº10. 




(*) Muchas gracias a mis amigos María Carmona, por la ilustración, y a Raúl por ir dándome su opinión conforme le llegaba la historia a trozos.

4 comentarios:

  1. Muy "Tarantino" el diálogo me ha encantado, aunque el final ha sido muy repentino. Es un clásico tuyo eso de acabar así pero con esta historia me ha dado más coraje todavía porque estaba disfrutando mucho! Felicidades por la historia y por las 2.000 visitas del blog!

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  2. Aroma a Quentin, viéndola completa me ha gustado más todavía que por partes.

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  3. ¡Muchisimas gracias! Me alegro que os guste. La verdad es que me hubiera gustado escrubir mas sobre Marius y Balentin pero pensé que no era necesario alargarlo mas para contar la historia. No voy a negar que es mi paricular homenaje a Quentin Tarantino. Quería rendirle tributo a él y a sus magnificas escenas como el desayuno del principio de Reservoir Dogs o el almuerzo de DEATH PROOF.

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  4. ¡Muchisimas gracias! Me alegro que os guste. La verdad es que me hubiera gustado escrubir mas sobre Marius y Balentin pero pensé que no era necesario alargarlo mas para contar la historia. No voy a negar que es mi paricular homenaje a Quentin Tarantino. Quería rendirle tributo a él y a sus magnificas escenas como el desayuno del principio de RESERVOIR DOGS o el almuerzo de DEATH PROOF.

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